En San Cristóbal
MUERTE DE POLICÍAS
DEBE ENLUTAR CONCIENCIAS
Armando Solórzano
Esta crónica no
busca el explotar una desgracia con ánimo publicitario, no busca el revanchismo
chauvinista y mucho menos el echar más leña al fuego.
He esperado varios
días para hacer este comentario, luego que la captura y presentación a juicio
de los presuntos homicidas, es un hecho, no quería, engrosar los diferentes
coros de una u otra tendencia, sobre la paternidad partidista de los acusados,
me parece desproporcionadamente tendencioso e inmoral, para con los familiares
de los funcionarios, sus memorias y la ejemplaridad, que de un hecho como este
debe edificarse.
No somos ese pueblo,
no somos esa clase de gente, no quiero “etiquetar” una acción vil, a la fugaz o
efímera contienda política, es un caso más de personalidad disociada, pero de
eso, deberían estar encargados Sociólogos y/o Psicólogos.
Me trae más, mi primera impresión de las
graficas, la desesperación, el llanto, la histeria de los compañeros de armas,
como imagen desoladora y de interpretación.
¿Eran muy queridos?
O Bendito El Creador no todo está perdido y los policías en la escena,
sintieron la tragedia en carne propia, fueron heridos salvajemente por la
agresión infortunada.
Tengo casi 50 años
de comunicador, unos 20 ligados a la fuente de sucesos en diferentes medios, y
un trato cercano, con muchos uniformados, hace un tiempo escribí, ya
residenciado en Vargas y reseñando la muerte de un policía a manos de un criminal, que no entendía la
apatía de sus compañeros, yo viví estando reporteando desde la Inteligencia de La Metropolitana en Cotiza,
que cuando el asesinato de un agente de policía, comenzaron a llegar compañeros
que estaban de vacaciones, permiso o libres, todos a la orden para salir en
busca de los tipos, que habían mancillado el honor de la institución, que
habían herido el orgullo del uniforme azul.
Esa es la reacción
lógica, al atardecer cansados, llorosos
todavía, asistían a la presentación e interrogatorio de los detenidos, tal vez,
solo tal vez con saña, rencor o rabia, fiel exponente del sentimiento en carne
propia del dolor de su familia.
Los jueces
establecerán las responsabilidades de este hecho, yo a la distancia no puedo
juzgar, ni las intensiones, ni el razonamiento de los ejecutores y mucho menos
disfrazarlos con un emblema político. Quiero si, enaltecer las lagrimas de esos
hombres y mujeres rudos, que lloran por la amistad y llevaran luto por
dignidad.
Con el permiso de
sus familiares, a manera réquiem por los guerreros caídos, un abrazo ciudadano
y honor a sus compañeros por ese
sentimiento de afecto y amor.
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