Una estadounidense
aprende voleibol de sus rivales brasileños
Por John Branch
La atleta estadounidense Courtney Thompson, al
fondo, entrena en Río de Janeiro con Bernardo Rezende, a la izquierda, quien
entrenó a la selección nacional femenina de Brasil durante una década. Credit Ana Carolina Fernandes para
The New York Times
Read
in English
RÍO DE JANEIRO — Courtney Thompson, veterana
jugadora de la selección nacional femenina de voleibol de Estados Unidos, salió
por la puerta lateral del caluroso gimnasio hacia la fresca brisa del océano.
La playa estaba tan cerca que se podía escuchar el rumor de las olas en la
arena. El morro Pan de Azúcar, la montaña en forma de bala que tiene un
teleférico en su cima, célebre por las tarjetas postales de Río, se cernía
sobre ella.
Mientras en Estados Unidos era invierno, en Brasil
apenas estaban a mitad del verano. Las compañeras del equipo estadounidense de
Thompson estaban desperdigadas por el planeta, en seis países de tres
continentes, jugando en ligas de voleibol profesional bajo techo que no existen
en Estados Unidos.
Pero Thompson estaba en la Superliga, que es
considerada la mejor liga femenina del mundo, donde casi toda la selección nacional
brasileña se agrupa en unos cuantos equipos poderosos.
Estados Unidos y Brasil son fieros rivales y
favoritos para ganar la medalla de oro en las Olimpiadas de Verano en Río. Y
Thompson se había infiltrado en territorio enemigo, como una espía que realiza
tareas de reconocimiento, en un equipo de Río de Janeiro.
“Así se burlan de mí”, dijo. “Ellas también
aprenden de mí. Quizá me lleve unos consejos, pero espiar no es mi intención”.
Sus compañeras de equipo la llamaron. En unos meses
más, Thompson estará al otro lado de la red, quizá con una medalla de oro en
juego. Hasta entonces, estaba en Río para aprender.
Las dos Superligas de Brasil, una para hombres y la
de mujeres, están entre las principales del voleibol profesional en el mundo.
En Brasil, el voleibol bajo techo y el de playa son casi tan populares como el
fútbol. Los partidos se transmiten en televisión, y los principales jugadores
son muy reconocidos.
La Superliga femenina se las ha ingeniado para
mantener en el país a la mayoría de las jugadoras brasileñas. Solo un par de
integrantes del equipo se aventuró al extranjero esta temporada. El resto
juegan juntas, o unas contra otras en equipos como Osasco y Sesi, de São Paulo.
“Hay algunas ventajas en jugar juntas todo el año”,
dijo Thompson, de 31 años de edad e integrante del equipo olímpico
estadounidense de 2012 que perdió la medalla de oro ante Brasil. “Nosotras
desearíamos hacer eso. Lo haríamos si pudiéramos”.
Thompson jugó a nivel colegial en la Universidad de
Washington y ayudó a las Huskies a ganar el campeonato nacional de la NCAA en
2005. Desde entonces ha jugado en lugares como Suiza, Austria, Polonia y Puerto
Rico. Pero nada se compara con Brasil.
“Caminar por las calles es muy diferente a Estados
Unidos”, dijo Thompson. “La gente dice: ‘¡Hola, Courtney! ¡Eres la americana!
¿Cómo va todo?’. Me senté en un restaurante la otra noche y un brasileño, dijo:
‘Courtney, qué bueno verte. ¿Qué tal la temporada?’. Nunca se ve eso en Estados
Unidos. ¿Y el nivel? Estoy jugando con la mitad de su equipo nacional”.
Thompson no solo vino a Río de Janeiro a jugar en
la Superliga, sino a aprender de Bernardo Rezende, conocido como Bernardinho.
Este atleta fue jugador de voleibol olímpico en dos oportunidades durante los
años 80, además entrenó al equipo femenino nacional de Brasil durante una
década y al varonil desde 2001.
Continue
reading the main story
Photo
Thompson en un juego de su equipo de Río de Janeiro
Credit Ana Carolina Fernandes para The New York Times
A Thompson le gusta el estilo de juego en Brasil.
Se parece al “juego bonito” del fútbol: está lleno de velocidad, habilidad y
sutileza pero inclinado hacia el poder.
“Juegan rápido”, dijo Thompson de las brasileñas.
“Conocen bien el juego. Es como un baile. Es muy fluido. Su control de la
pelota es bueno, su defensa es buena y ven bien el juego. No son las de mayor
poderío físico pero, en conjunto, simplemente son inteligentes. Y eso se nota
cuando uno juega con ellas”.
Las atletas ven a la Superliga como una ventaja y
la mayoría están dispuestas a rechazar ofertas de más dinero por la oportunidad
de permanecer en casa, jugar frente a rostros familiares y prepararse para las
olimpiadas.
“Las jugadoras quieren venir porque hemos ganado
las dos últimas olimpiadas, y todo el mundo se pregunta: ‘¿Qué están haciendo
en Brasil que son tan buenas?’”, dijo la líbero Fabiana Alvim, dos veces
olímpica y ocho veces campeona de la Superliga en Río. “Recibimos suficiente
dinero para competir. Y los equipos pueden jugar”.
Eso es lo que atrajo a Thompson. “Pienso que todos
se apasionan mucho, en todos los sentidos. Es un lugar divertido donde vivir y
ver su cultura. Pero estos fanáticos no temen decirte si no están contentos. Me
encanta. Pero también cuando uno lo hace bien, es lo mejor que he visto”.
Thompson considera que las brasileñas tienen una
ventaja sobre las estadounidenses: el voleibol es parte de la conciencia
nacional.
Helena Rebello colaboró con este reportaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario