LA CIUDAD QUE QUIERE PROHIBIR EL AGUA EMBOTELLADA
Boris Leonardo Caro
El alcalde de Montreal, Denis Coderre, es un
político excéntrico. Se ha empeñado, por ejemplo, en recuperar el equipo de
béisbol de Grandes Ligas perdido en 2004. En una ciudad adicta al hockey. O ha
descendido al alcantarillado –máscara, casco, uniforme anaranjado— imitando al
héroe de un filme catastrofista. Y todo para demostrar que nadie conoce el
terreno como él.
A Coderre le gustan, en fin, los golpes de efecto.
Pero a veces sus fanfarronadas apuntan a asuntos muy serios. Hace unos días
anunció que la metrópoli prohibiría el uso de bolsas desechables en 2018 y
luego impondría una restricción similar sobre las botellas plásticas de agua.
La industria del agua embotellada ha saltado a las barricadas, mientras los
ecologistas ensalzan al visionario.
La cruzada contra el plástico trasciende las
fronteras de la urbe canadiense. Montreal se inspira en otras ciudades
norteamericanas que han regulado la comercialización del líquido en los
omnipresentes contenedores PET (polietileno tereftalato). El debate desborda
también el campo ambientalista y nos interroga sobre la explotación pública o
privada de las fuentes de agua potable.
Las grandes compañías que controlan ese mercado han
declarado la guerra a cualquier intento de regulación. No quieren perder el
manantial de dólares proveniente de un negocio a la vez jugoso y absurdo:
convertir en mercancía una sustancia tan esencial para la vida como el aire que
respiramos.
Coderre pasó de ser la bestia negra de los
ecologistas, por el vertimiento de aguas residuales en el San Lorenzo, a héroe
de la cruzada contra el plástico (Ville de Montréal - Flickr)
EL RETO DE CODERRE
El alcalde montrealés no ha abundado en detalles
sobre sus planes. “Expuse el tema de las botellas plásticas de agua porque
dañan el medio ambiente: más de 700 millones de estos recipientes desechables
terminan cada año en los vertederos de Quebec”, explicó Coderre a la prensa.
“Necesitamos tener este debate sobre el plástico”, afirmó.
Si la prohibición se materializa, Montreal se
convertirá en la ciudad más populosa en desterrar ese tipo de contenedor
desechable para comercializar el vital líquido. Solo Concord, un poblado
estadounidense de apenas 18.000 habitantes, y Bundanoon, otra diminuta
localidad australiana, han establecido una interdicción estricta de las
botellas de agua no gaseada. San Francisco, en California, y Hamburgo, en
Alemania, prohibieron la venta en propiedades municipales, una regulación
similar a la existente en unas 80 ciudades canadienses.
Sin embargo, la industria no se quedó de brazos
cruzados. El lobista Martin-Pierre Pelletier, contratado por la Asociación
Canadiense de Bebidas para desafiar a Coderre, asegura que la desaparición de
las botellas de agua obligará a la gente a consumir refrescos, una opción menos
saludable. Curiosamente, esa preocupación por la salud de los clientes brota de
la misma fuente que trata de venderles una miríada de bebidas azucaradas.
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