SADAF RAHIMI, LA JOVEN BOXEADORA QUE PLANTA CARA AL
PATRIARCADO AFGANO
De Guillaume DECAMME
| AFP –
Cuando Sadaf Rahimi,
boxeadora afgana de 19 años, golpea su saco en las entrañas de un estadio de
Kabul, se enfrenta a los prejuicios machistas y exorciza la historia, en el
recinto donde los talibanes organizaban las ejecuciones.
Con 60 kilos,
músculos vendados y mirada de falsa timidez, Sadaf se enfunda los guantes.
Una sacudida
liberadora acompaña cada derecha y cada izquierda que lanza contra las manos
cubiertas de cuero de Agha Gul Alamyar, uno de sus entrenadores. Sus piernas
bailan un tango inquieto, mete la cabeza entre sus puños, se endereza y lanza
otra derecha que hace desear no ser el objetivo de sus golpes.
Sadaf es una
boxeadora excelente. Y, sobre todo, una excepción en un país musulmán donde el
deporte femenino sigue siendo tabú debido al peso de la tradición y del qué
dirán.
Además, la cinta
negra que lleva en la cabeza sirve más para recoger su pelo que para cubrirlo.
"El pañuelo lo llevo cuando no entreno. Vivimos en un país
conservador", se apresura a precisar.
El régimen talibán,
famoso por su maltrato a las mujeres, fue derrocado en 2001 por una coalición
internacional dirigida por Estados Unidos. Desde entonces, las condiciones de
las mujeres han mejorado considerablemente, pero sigue quedando una cultura
patriarcal que se le atraganta a muchas afganas, por la cual su vida se limita
a quedarse recluidas en casa y a la educación de los niños.
A sus 19 años, de
los cuales 7 en el ring, Sadaf se ve en la obligación moral de "demostrar
que las mujeres no están obligadas a quedarse en casa. Pueden ser iguales que
los hombres".
- "LAS VUELTAS
DE LA HISTORIA" -
Nacida en una
familia de clase media de etnia tayika, Sadaf ha tenido que pelear con sus
familiares por su pasión por el boxeo, deporte que descubrió viendo a Mike
Tyson y a Laila Ali, la hija de Mohamed Ali, en la televisión.
"Mi familia, al
principio, estaba en contra. Mis allegados se preguntaban por qué boxeaba,
pensaban que debería ayudar en las tareas de la casa y cocinar. Mi tía sigue
oponiéndose", cuenta la joven, que además está estudiando economía.
Su revancha contra
el machismo y la oscura historia reciente de Afganistán, Sadaf ya la ha
conseguido. Se entrena en el estadio Ghazi, que los talibanes usaban como campo
de ejecuciones cuando dirigían el país entre 1996 y 2001.
Una de esas
ejecuciones fue grabada en secreto en 1999. Las imágenes mostraban a una mujer,
Zarmina, ejecutada a quemarropa con un Kalashnikov por haber matado a su marido
violento.
"Es realmente
bonito las vueltas que da la historia y que se pueda entrenar aquí",
valora Agha Gul Alamyar, el entrenador de Sadaf.
Los medios de la
Federación Afgana de Boxeo son cuando menos rudimentarios. Los jóvenes se
entrenan sobre tapetes roídos, los sacos son viejos y los guantes están
desgastados por el uso. "Nos falta de todo, desde guantes hasta
zapatillas. Francamente, no tenemos ningún respaldo público para las
chicas", se lamenta Alamyar. La federación solo tiene 20 mujeres en sus
filas. Una miseria.
- SED DE MEDALLAS -
Para hacer su
deporte atractivo para otras mujeres, Sadaf pretende montar su propio club y
convertirse en entrenadora. Pero antes de eso, le queda una etapa obligatoria:
subir a los podios internacionales, un sueño todavía lejano.
Ha ganado tres
medallas de bronce en competiciones regionales, pero todavía no ha conseguido
participar en unos Juegos Olímpicos, objetivo último de todo deportista.
En 2012, Sadaf
mintió sobre su edad para poder aceptar la invitación de los organizadores de
los Juegos de Londres. Pero la Federación Internacional de Boxeo Amateur (AIBA)
no la dejó participar, al creer que sus contrincantes, que entrenaban en
mejores condiciones, le podrían hacer demasiado daño.
Este año, Sadaf no
irá a Río, pero esta vez las razones son deportivas. Su derrota en los Juegos
de Asia del Sur en India a mediados de febrero la eliminó de la carrera olímpica.
"Estoy decepcionada", reconoce la boxeadora. "Pero (en India)
estaba totalmente sola. Ningún entrenador me acompañó. No tenía ningún
apoyo", asegura con resignación la luchadora.
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