lunes, 12 de septiembre de 2016

El único remordimiento de Allen Iverson tras ser decretado inmortal



El único remordimiento de Allen Iverson tras ser decretado inmortal
De Israel Germán | En el Nombre de la Duela
Hablar de Allen Iverson es referirse a uno de los grandes íconos del básquetbol moderno. Su calidad sobre la duela, su inventiva, la espontaneidad y su nítida personalidad, pues no pretendía ser nadie más que él mismo, le dieron forma a una de las personalidades más extraordinarias que la NBA jamás haya visto.

Fueron 17 temporadas en las que anotó 24,368 puntos, a razón de 26.7 de por vida, llegó a disputar unas Finales de la NBA, en 2001, contra los todopoderosos Lakers de Los Ángeles, con Shaquille O'Neal en su apogeo y un floreciente Kobe Bryant, y aunque sus Sixers de Filadelfia cayeron en cinco juegos, fue muy meritorio que The Answer o La Respuesta, como se le apodaba, llegara tan lejos con un equipo en el que brillaba como una bombilla en un cuarto vacío. Nunca ganó un título de la NBA.

 Esta semana, como un justo reconocimiento a su trayectoria y aporte al básquetbol, Iverson fue entronizado en el Salón de la Fama, y lo hizo al lado de dos grandes (no sólo de tamaño) como Shaquille O'Neal y Yao Ming. Y mientras habló a la hora de recibir su chaqueta roja, distintivo que lo avala como inmortal del baloncesto, habló de algo que le gustaría que hubiera sido diferente. Y no, no se refirió a que jamás pudo ganar un campeonato de la NBA, su gran asignatura pendiente.

AI, como también era conocido, dijo que hasta el momento no había sostenido una sola palabra de conversación con su otrora entrenador con los 76ers, Larry Brown. Hay una poderosa razón por la que no lo ha hecho... un remordimiento muy grande se ha apoderado de él.

"La parte emocional que hay en mí, y él sabes a qué me refiero, esa es la razón por la que no he hablado con él todavía. Porque, ya sabes, eso no va a ser una conversación. Sólo seré yo llorando. Lo sé. Tan pronto como escuche su voz. Sé que eso es lo que va a pasar", comentó Iverson.

Allen charló con reporteros después de la ceremonia de entronización como parte de la Generación de 2016 y dijo que no valoró lo que Dios le estaba dando al tener a un entrenador como Brown, quien a su vez ya fue inmortalizado en 2002.

 "Me gusta ser quien soy, eso me encanta, me siento cómodo con esa persona que soy. Pero si pudiera pedir un deseo, como deportista, desearía haberle obedecido, haberle hecho caso con lo que él estaba tratando de enseñarme todo el tiempo, pero fui desafiante, y un completo idiota sin causa, cuando todo lo que él quería era lo mejor para mí. No tomé las críticas constructivas en el modo en el que debía hacerlo. Para mí, en mi opinión, él es el mejor entrenador de todos", comentó Iverson.

Una de las principales razones por las que Iverson tiene esa sensación de culpabilidad radican en su actitud agresiva, hosca, rebelde, siguiendo sus propias reglas y su poca afinidad a entrenar. De hecho es famosa una escena en la que en una conferencia de prensa minimiza la importancia de entrenar. Antes de entrar a la Universidad de Georgetown, ya se había metido en líos legales por su conducta y eso sembró dudas de si realmente su talento iba a verse opacado por su forma de ser. Por suerte no fue así.

Brown entrenó a Iverson con los Sixers de 1997 a 2003, la época en la que brilló más como jugador, prueba de ello es que en 2001 lideró la NBA en puntaje (31.1 PPJ), fue nombrado el MVP de la liga y llegó a las Finales de la NBA, aunque ya sabemos qué fue lo que pasó. Sin embargo, AI reconoce que sus compañeros y su entrenador, Larry Brown, son la razón por la que él es inmortal ahora.

El hubiera no existe. Iverson fue, y será como siempre ha sido, y brindó una de las carreras más excepcionales en la historia de la NBA. Quizás sí, un campeonato lo pondría todavía en un nivel más alto, para muchos de sus seguidores eso no importa, pero conforme ha ido madurando Iverson, ha ido reconociendo que sus errores de inmadurez le impidieron llegar más lejos como jugador y como persona. Ya no se puede hacer gran cosa al respecto, pero sí se le debe aplaudir reconocerlo. Es un grande.

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